Son tan claras las lecciones que deja la trayectoria de estos últimos 50 años… falta encontrar a los estadistas que tengan la visión para ponerlas en práctica. (Foto de Martin BERNETTI / AFP)
Son tan claras las lecciones que deja la trayectoria de estos últimos 50 años… falta encontrar a los estadistas que tengan la visión para ponerlas en práctica. (Foto de Martin BERNETTI / AFP)

La ausencia de consensos paraliza al país en diversos ámbitos. Se agotaron las ideas y se estancó el debate. Se extinguió el diálogo con altura de miras. Somos testigos de conversaciones con sentencias y acusaciones, desplegadas como maniobras tácticas, para ganar peleas chicas. En momentos en que se profundizan las divisiones, el fenómeno de polarización se expande, horadando el sentido de nación.

El principal desafío para el sector político consiste en estar a la altura del momento histórico, que exige alcanzar acuerdos en el marco del proceso constituyente. Pero, en un escenario en que cada “cacique” se dirige hacia su propia “tribu”, la coyuntura se desenvuelve en un campo de trincheras. Como consecuencia, prevalece la incertidumbre respecto del “pacto social” que algunos buscarían imponer y que otros pudieran impugnar.

Desde una mirada más profunda, la neblina de la conflagración impide vislumbrar la resolución del entrampe. Esta situación nos incita a revisar los hechos del último medio siglo. Anotamos que vivir una experiencia (o conocerla) es muy distinto a aprender de la misma y aquilatar sus alcances.

Luego de mucho sufrimiento, Chile dice “nunca más” a las violaciones a los derechos humanos, no más golpes de Estado, ni gobiernos dictatoriales. Algunos precisan que se trata de una condena a cualquier tipo de totalitarismo, sea del color que sea. Existe consciencia para sancionar cualquier intentona violentista; además, muchos aborrecen aventuras guerrilleras. Téngase en cuenta que el denominador común a estas máximas es un sistema de gobierno democrático donde impere el Estado de derecho; que albergue un Poder Judicial autónomo y efectivo; un Legislativo conectado con la realidad del país; y un Ejecutivo legitimado y capaz de responder a las demandas de la ciudadanía. Un Estado funcional y transparente, con libertad de prensa y de expresión, donde las autoridades asuman una cultura de rendición de cuentas.

En este breve desglose, consignamos que la democracia implica mucho más que el ejercicio del voto universal. Por tanto, en la medida en que las estructuras que sustentan la democracia sean resilientes, será más difícil la ocurrencia de un quiebre institucional, independiente del origen de los factores que busquen su debilitamiento, sean internos o externos.

Cada lector podrá cotejar el listado recién expuesto con la situación actual del vecino del sur. Sin ánimo de alarmar a nadie, cualquier persona medianamente informada podrá observar que aquella democracia es mejorable. A modo de comentario, en un sistema fuerte, los responsables de la política rinden cuentas a la ciudadanía, por sus dichos y acciones, en definitiva, por su capacidad de encabezar los procesos políticos, al éxito o al despeñadero. ¿Los líderes de hoy asumirán sus responsabilidades el día de mañana?

Desde otro ángulo, en los años noventa ese país aprendió que avanza cuando existen acuerdos políticos consensuados. En octubre de 2019 comprendió que la falta de decisión para enfrentar los problemas de un modelo socava la confianza de la ciudadanía en sus representantes y el sistema democrático en general. Con todo, la única manera que Chile salga del estancamiento es buscando acuerdos… los políticos tienen que hacer su trabajo. De tiempo en tiempo, la historia nos recuerda que ningún extremo, por sí mismo, tiene la capacidad de imponerse.

Son tan claras las lecciones que deja la trayectoria de estos últimos 50 años… falta encontrar a los estadistas que tengan la visión para ponerlas en práctica.