Según estimaciones de la Cámara de Comercio de Lima, las mujeres son dueñas del 30% de las pequeñas y microempresas (pymes) que existen en el Perú. (Luis Centurión/Perú21)
Según estimaciones de la Cámara de Comercio de Lima, las mujeres son dueñas del 30% de las pequeñas y microempresas (pymes) que existen en el Perú. (Luis Centurión/Perú21)

Olga Franco, fundadora de Industrias Manrique, es una mujer de contrastes. De baja estatura, pero de gran corazón. De voz suave, pero de carácter fuerte. De cabellos cortos, pero de una larga experiencia en el rubro de zapatos que nos dejó maravillados.

Ella nació en el distrito de Julcán, en la provincia de (Junín). Allí, según cuenta, los niños nacen con un martillo bajo el brazo, debido a que el principal oficio es la zapatería.

Gracias a la influencia de su padre decidió estudiar contabilidad, terminó su carrera y se convirtió en auditora pública. Se casó, tuvo su primer hijo y le tocó vivir un duro momento: “Mi primer hijo nació con labio leporino bilateral. Esto me hizo despertar de un sueño. ¿Qué hacer para operarlo? Pues trabajar. Mi esposo era estudiante de arquitectura, pero dejó la carrera y empezamos un taller de zapatería para pagar la rehabilitación”, recuerda Olga.

Comenzaron fabricando zapatos para niños y luego para adultos en Huancayo. Pero fue en Lima que decidieron fabricar zapatos industriales. Olga, su esposo, Raúl Manrique, y sus tres hijos llegaron cargados de sueños, aunque las dificultades no se hicieron esperar.

“Los primeros años que trabajé en la empresa fueron chocantes. En Lima, yo visitaba las empresas (para ofrecer sus productos) y me trataban de serrana. Aquí había más racismo, trataban de humillarnos. Ahora me he ganado el respeto de todos”, revela con rostro de triunfo.

Su constancia, perseverancia y trabajo duro rindieron frutos. “Mi esposo empezó a tecnificarse en la industria del mercado. Compramos maquinaria nueva de República Checa, en Italia y Brasil. 2012 y 2013 fueron excepcionales. Fabricábamos tres mil zapatos diarios”, cuenta Olga.

Pero la fatalidad tocó su puerta: se incendió la fábrica que tenían en San Martín de Porres y perdieron todo. El dolor se convirtió en fuerza vital para iniciar de nuevo desde cero.

Gracias a que los clientes les pagaron antes de que se cumpla el plazo, los proveedores les extendieron los plazos de pago y los bancos les dieron crédito, construyeron una fábrica en Ventanilla, y entre 2014 y 2016 lograron recuperarse y avanzar aún más: ahora son la primera empresa de calzado en el Perú que recibe la certificación Tri Norma.

Tras sobrevivir a duras pruebas, Olga considera que las mujeres tienen todas las cualidades para ser exitosas como madres, esposas y trabajadoras. Sus 42 años de casada, sus 20 años de auditora y sus tres hijos profesionales así lo demuestran.

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