Foto: Javier Zapata
Foto: Javier Zapata

Lo de The Cure son canciones de amor imposible dentro de una pesadilla. Plenas de anhelo, desolación, oscuridad. Pero tienen también la inocencia de la niñez. La esperanza, la ternura, el juego.

A las 8:25 de la noche, tras haber sonado por cuatro minutos sonido de lluvia de fondo, la emblemática banda británica hizo su aparición en el escenario del estadio de la universidad de San Marcos. A la cabeza Robert Smith (voz y guitarra), acompañado de Simon Gallup (bajo), Reeves Gabrels (guitarra), Perry Bamonte (guitarra y teclado) y Jason Cooper (batería). Comenzaron con “Alone”, y, posteriormente, “Pictures of You”. Balada de corazones rotos.

Por momentos cuentos de hadas góticos, y por momentos himnos a la depresión, interpretaron canciones populares y selectas, entre ellas clásicos como “Lovesong” e “In Between Days”. El momento de mayor introspección llegó tiempo después con “A Forest”. Gema nocturna e histórica del rock global.

Durante el concierto, Smith sonreía tímidamente, movía los brazos apenas mirando al público, a una marea luminosa hecha de linternas de celular. Homenaje a los veteranos de la oscuridad que, habiendo tocado imparablemente 18 canciones, se retiraron del escenario con “Endsong”.

El primer encore tuvo atmósferas densas, ese sonido lastimero por encima del cual Robert Smith les canta a amores que son como fantasmas. Se retiraron del estrado con la contemplativa “Disintegration”, homónima de uno de sus álbumes más celebrados.

No fue un show solo para conocedores, sino también para el gran público. En el segundo encore brillaron “Lullaby” y “Friday I’m Love”. En esas melodías lúdicas, la imagen de Smith es la de un niño indefenso que cometió la travesura de enamorarse. Son cantos entrañables de la ilusión más inocente, de plenitud.

“Tengo casi doscientas para tocar. Pero si me dejan tocar esta, tal vez nos veamos”. El final con la omnipresente “Boys Don’t Cry”. Antes, “Why Can’t I Be You?” y “Close to Me”. Se sumaron 29 canciones. Himnos de amor idealizado, cantos de desolación, invocaciones a la oscuridad más tenebrosa, y también melodías cálidas y celebratorias, incluso bailables.

Tal vez nos veamos, dijo el líder. Implacables en su sonido, los músicos orquestaron un sueño de amores devotos, o una pesadilla de pasados irrecuperables. O quizá ambos.

Foto: Javier Zapata
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The Cure en Lima
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